"El caso de Jenni Hermoso ha servido, entre otras cosas, para hacer visible que las mujeres sufrimos a menudo situaciones de abuso en el trabajo y que también a menudo no hemos sabido demasiado bien cómo reaccionar ante unos hechos que ni deseábamos ni esperábamos". Una reflexión de Joana Badia, abogada laboralista del Col·lectiu Ronda
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Hace días que las redes sociales, televisiones, periódicos y radios se llenan de comentarios y opiniones sobre lo ocurrido durante la celebración del Mundial de fútbol femenino. En la mayoría de medios se ha puesto el nombre de “caso Rubiales” a la situación vivida por la futbolista Jenni Hermoso, y creo que ésta es ya la primera de las cuestiones que se tambalean en esta historia. Porque, si bien es cierto que hay que poner el foco sobre el agresor y no sobre la agredida, estoy un poco harta de oír el nombre de este señor día sí, día también. Y es que en casi todos los trabajos hay un Rubiales.
El hecho de que un superior jerárquico se haya tomado la libertad de actuar de forma abusiva sobre una trabajadora (con todas las salvedades técnicas que pueda tener el hecho de que ella sea jugadora miembro de una federación y él el presidente de la misma) es una realidad que se vive todos los días en muchos trabajos. Y es que hace tiempo que el acoso sexual se ha puesto en la agenda feminista como una de las violencias machistas a erradicar para caminar hacia la igualdad de género en el entorno laboral.
El caso de Jenni Hermoso ha servido, entre otras cosas, para hacer visible que las mujeres sufrimos a menudo situaciones de abuso en el trabajo y que también a menudo no hemos sabido demasiado bien cómo reaccionar ante unos hechos que ni deseábamos ni esperábamos y que son perpetrados, además, por quienes tienen la responsabilidad de hacer que nuestro entorno laboral sea un lugar seguro. Es precisamente eso lo que hay que poner de manifiesto cuando se habla de la figura del Presidente de la Federación Española de Fútbol (o de cualquier otro presidente, CEO, manager, jefe o cómo queráis llamarlo): que es responsabilidad de estas personas velar por la seguridad y la salud de trabajadores y trabajadoras y actuar ante cualquier comportamiento de abuso o agresión.
Lo que ocurrió el día 20 de agosto es un acto de violencia machista. Lo que sufrió la futbolista forma parte de los riesgos psicosociales a los que debemos enfrentarnos las mujeres en los trabajos, donde no es suficiente con ser la mejor o jugar en la «liga de las estrellas». Hay que estar expectante en cada momento para que no se pueda decir que no reaccionaste con suficiente claridad, contundencia o rapidez... y aún más ante las cámaras. Y así es como se construye la cultura del patriarcado, trasladando la responsabilidad de las agresiones a las víctimas, hablando de «cacería» cuando se pone el foco sobre el agresor para evitar que un comportamiento así vuelva a repetirse.
Por eso es importante que abramos la mirada y que el caso Jenni Hermoso sirva para sensibilizarnos con amigas, compañeras, vecinas y familiares que se han encontrado en situaciones similares, pero en trabajos mucho más precarios y en vidas que no interesan a nadie pero en el que las violencias machistas hacen el mismo daño y nos hacen sentir igual de vulnerables y vulneradas. En el caso de la selección española de fútbol tenemos la ventaja de que existe una multitud de pruebas gráficas. Pero si aquí, ante la evidencia, se está poniendo en duda a la agredida, no cuesta mucho imaginar lo complicado que resulta que se actúe con todas las garantías cuando lo que hay sólo es la versión de la víctima . Por eso, es necesario apoyar a las personas que quieran iniciar una denuncia, es necesario que las empresas actúen rápido y lo hagan de forma contundente, que los protocolos se apliquen y se revisen periódicamente y que Inspección de Trabajo y los operadores jurídicos seamos implacables contra el acoso y las violencias machistas en el entorno laboral. Sólo así el «caso Jenni Hermoso» dejará de ser «lo que nos ha pasado a todas».