Salud mental, el vaso tan solo medio lleno


Cada 10 de octubre se celebra el Día Mundial de la Salud Mental. Este año, la jornada se centra en el lema "La salud mental es un derecho humano universal", reemplazando temáticas anteriores como el suicidio y los riesgos psicosociales en el trabajo que fueron protagonistas en ediciones anteriores.

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El pesado y opresivo silencio que históricamente ha rodeado a la salud mental probablemente ya no es tan denso ni sólido como lo fue en el pasado. Ahora se habla más y mejor sobre este tema. La salud mental forma parte de la agenda pública y ya no es extraño encontrar referencias en diversos ámbitos, ya sea en el mundo de la cultura, los medios de comunicación o la esfera política. Ya no da tanto miedo hablar abiertamente de una sociedad enferma de malestar, ni es tan fácil encontrar excusas para no prestar tanta atención a la salud mental como la que ofrecemos a la salud física. Sin embargo, esta mayor visibilidad no significa en absoluto que muchas personas con problemas de salud mental hayan dejado de sufrir la discriminación y el estigma que todavía hoy acompañan la percepción social de las enfermedades mentales y el malestar psíquico. Seguimos siendo una sociedad educada en el rechazo y poco preparada para entender y aceptar la complejidad de la salud mental.

"Que haya habido un cierto reconocimiento de los problemas de salud mental no implica que esto tenga un impacto positivo en la mirada estigmatizadora sobre los trastornos de salud mental. El 'despertar' de la conciencia sobre la salud mental que ha tenido lugar a raíz de la pandemia se centra principalmente en casos circunstanciales y relaciona los problemas mentales con causas sociales. Los trastornos crónicos, me temo, seguirán siendo estigmatizados". Estas palabras son de Pit-roig Vinyals, una persona diagnosticada con un trastorno mental crónico y activista en la organización Obertament, dedicada a la lucha contra la exclusión de las personas que padecen problemas de salud mental. Fueron recogidas en el artículo "El estigma de la salud mental en el trabajo; avances y resistencias" [catalán] publicado en el medio digital Crític, en el que tuvimos ocasión de comentar lo hostil que sigue siendo hoy en día el entorno laboral para las personas con trastornos psíquicos. Las frías estadísticas y los porcentajes lo confirman plenamente. La tasa de desempleo de las personas con trastornos mentales roza el 62%, a años luz de la afectación entre la población en general. Y casi el 50% de las personas con problemas de salud mental admiten haberlo ocultado en el trabajo por temor a sufrir un trato discriminatorio o perder su empleo.

La lucha continúa

Miedo, estigma, discriminación, prejuicio... y a esta triste letanía de agravios habría que añadir directamente la expresión "vulneración de derechos". Porque el derecho universal y fundamental a la salud, que obviamente incluye la salud mental, se vulnera a diario a millones de personas en todo el mundo. A veces de forma indirecta, como ocurre con la crónica falta de inversión en servicios públicos de salud especializados, lo que resulta en una atención sanitaria deficiente que afecta principalmente a personas con menos recursos económicos o a miembros de colectivos especialmente vulnerables. En otras ocasiones, de forma mucho más directa. Este es el caso, por ejemplo, de la sentencia obtenida por nuestra compañera Judith Franco que anulaba la cláusula de un contrato de seguro y cancelación de viajes de la compañía AXA que excluía los casos de "enfermedades psíquicas, mentales o nerviosas y depresiones sin hospitalización" de entre las causas relacionadas con la salud y los accidentes supuestamente cubiertos por la póliza.

Solo es un ejemplo, uno de tantos posibles, de cómo los derechos de las personas con enfermedades y afectaciones mentales se violan en una amplia variedad de ámbitos: como pacientes, trabajadores, consumidores... y como personas, sin necesidad de etiquetas adicionales.

A pesar de todo, medio lleno

Más visibilidad, más conciencia colectiva y social, pero todavía discriminación flagrante y dolorosa. Las dos mitades de un vaso que se va llenando a un ritmo mucho más lento de lo que la urgencia de la situación actual requiere.

En este lento llenarse, cabe destacar positivamente la aprobación y entrada en vigor en septiembre de 2021 de la Ley 8/2021, conocida como la Ley de reforma de la legislación civil y procesal para el apoyo de las personas con discapacidad. Esta norma, de gran alcance y ambición, enfatiza y favorece el derecho de las personas con discapacidad, incluidas aquellas con afectaciones psíquicas, a acceder y disponer de su capacidad jurídica en igualdad de condiciones con el resto de la ciudadanía. Un cambio radical de paradigma en comparación con la situación anterior a la aprobación de esta ley, cuando la normativa vigente no respaldaba ni brindaba el el apoyo necesario para el ejercicio de la propia voluntad de las personas discapacitadas y, en cambio, favorecía su sustitución sistemática en los procesos de toma de decisiones relacionados con los asuntos que les afectan diariamente, en una clara violación del derecho a disfrutar de una vida tan autónoma y digna como sea posible y lo permita la propia capacidad de la persona.

Para analizar el contenido y el impulso que esta ley puede representar en la garantía de los derechos y responsabilidades de las personas con discapacidad, nuestra cooperativa organizó unas jornadas que contaron con la participación de miembros de nuestro equipo jurídico y destacados ponentes. Todas las ponencias y debates de la jornada se pueden encontrar en esta grabación publicada en YouTube.

Lamentablemente, a pesar de los indiscutibles avances que la nueva ley ha permitido en términos de ofrecer mayores garantías a los derechos de las personas con discapacidad y de las personas que cuidan de ellas, la influencia de la norma todavía se ve lastrada por la falta de recursos técnicos, humanos y económicos necesarios para garantizar una implementación plenamente efectiva de la norma.

Personas y ciudadanos

Según la OMS, una de cada cuatro personas en el mundo experimentará algún tipo de trastorno mental a lo largo de su vida. Seguramente, la proporción será aún mayor, dado que el miedo al rechazo y un sistema de atención inadecuado hacen que muchas personas con afectaciones psíquicas nunca puedan emerger de entre la sombra y el silencio. Personas que merecen apoyo, ayuda, asistencia y comprensión. Pero, sobre todo, merecen el respeto de sus derechos fundamentales, al igual que cualquier otra persona. También para eso trabajamos. Para proteger estos derechos y seguir apoyando a quienes padecen una enfermedad mental. Podríamos ser nosotros, si no lo somos ya.

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El pesado y opresivo silencio que históricamente ha rodeado a la salud mental probablemente ya no es tan denso ni sólido como lo fue en el pasado. Ahora se habla más y mejor sobre este tema. La salud mental forma parte de la agenda pública y ya no es extraño encontrar referencias en diversos ámbitos, ya sea en el mundo de la cultura, los medios de comunicación o la esfera política. Ya no da tanto miedo hablar abiertamente de una sociedad enferma de malestar, ni es tan fácil encontrar excusas para no prestar tanta atención a la salud mental como la que ofrecemos a la salud física. Sin embargo, esta mayor visibilidad no significa en absoluto que muchas personas con problemas de salud mental hayan dejado de sufrir la discriminación y el estigma que todavía hoy acompañan la percepción social de las enfermedades mentales y el malestar psíquico. Seguimos siendo una sociedad educada en el rechazo y poco preparada para entender y aceptar la complejidad de la salud mental.

"Que haya habido un cierto reconocimiento de los problemas de salud mental no implica que esto tenga un impacto positivo en la mirada estigmatizadora sobre los trastornos de salud mental. El 'despertar' de la conciencia sobre la salud mental que ha tenido lugar a raíz de la pandemia se centra principalmente en casos circunstanciales y relaciona los problemas mentales con causas sociales. Los trastornos crónicos, me temo, seguirán siendo estigmatizados". Estas palabras son de Pit-roig Vinyals, una persona diagnosticada con un trastorno mental crónico y activista en la organización Obertament, dedicada a la lucha contra la exclusión de las personas que padecen problemas de salud mental. Fueron recogidas en el artículo "El estigma de la salud mental en el trabajo; avances y resistencias" [catalán] publicado en el medio digital Crític, en el que tuvimos ocasión de comentar lo hostil que sigue siendo hoy en día el entorno laboral para las personas con trastornos psíquicos. Las frías estadísticas y los porcentajes lo confirman plenamente. La tasa de desempleo de las personas con trastornos mentales roza el 62%, a años luz de la afectación entre la población en general. Y casi el 50% de las personas con problemas de salud mental admiten haberlo ocultado en el trabajo por temor a sufrir un trato discriminatorio o perder su empleo.

La lucha continúa

Miedo, estigma, discriminación, prejuicio... y a esta triste letanía de agravios habría que añadir directamente la expresión "vulneración de derechos". Porque el derecho universal y fundamental a la salud, que obviamente incluye la salud mental, se vulnera a diario a millones de personas en todo el mundo. A veces de forma indirecta, como ocurre con la crónica falta de inversión en servicios públicos de salud especializados, lo que resulta en una atención sanitaria deficiente que afecta principalmente a personas con menos recursos económicos o a miembros de colectivos especialmente vulnerables. En otras ocasiones, de forma mucho más directa. Este es el caso, por ejemplo, de la sentencia obtenida por nuestra compañera Judith Franco que anulaba la cláusula de un contrato de seguro y cancelación de viajes de la compañía AXA que excluía los casos de "enfermedades psíquicas, mentales o nerviosas y depresiones sin hospitalización" de entre las causas relacionadas con la salud y los accidentes supuestamente cubiertos por la póliza.

Solo es un ejemplo, uno de tantos posibles, de cómo los derechos de las personas con enfermedades y afectaciones mentales se violan en una amplia variedad de ámbitos: como pacientes, trabajadores, consumidores... y como personas, sin necesidad de etiquetas adicionales.

A pesar de todo, medio lleno

Más visibilidad, más conciencia colectiva y social, pero todavía discriminación flagrante y dolorosa. Las dos mitades de un vaso que se va llenando a un ritmo mucho más lento de lo que la urgencia de la situación actual requiere.

En este lento llenarse, cabe destacar positivamente la aprobación y entrada en vigor en septiembre de 2021 de la Ley 8/2021, conocida como la Ley de reforma de la legislación civil y procesal para el apoyo de las personas con discapacidad. Esta norma, de gran alcance y ambición, enfatiza y favorece el derecho de las personas con discapacidad, incluidas aquellas con afectaciones psíquicas, a acceder y disponer de su capacidad jurídica en igualdad de condiciones con el resto de la ciudadanía. Un cambio radical de paradigma en comparación con la situación anterior a la aprobación de esta ley, cuando la normativa vigente no respaldaba ni brindaba el el apoyo necesario para el ejercicio de la propia voluntad de las personas discapacitadas y, en cambio, favorecía su sustitución sistemática en los procesos de toma de decisiones relacionados con los asuntos que les afectan diariamente, en una clara violación del derecho a disfrutar de una vida tan autónoma y digna como sea posible y lo permita la propia capacidad de la persona.

Para analizar el contenido y el impulso que esta ley puede representar en la garantía de los derechos y responsabilidades de las personas con discapacidad, nuestra cooperativa organizó unas jornadas que contaron con la participación de miembros de nuestro equipo jurídico y destacados ponentes. Todas las ponencias y debates de la jornada se pueden encontrar en esta grabación publicada en YouTube.

Lamentablemente, a pesar de los indiscutibles avances que la nueva ley ha permitido en términos de ofrecer mayores garantías a los derechos de las personas con discapacidad y de las personas que cuidan de ellas, la influencia de la norma todavía se ve lastrada por la falta de recursos técnicos, humanos y económicos necesarios para garantizar una implementación plenamente efectiva de la norma.

Personas y ciudadanos

Según la OMS, una de cada cuatro personas en el mundo experimentará algún tipo de trastorno mental a lo largo de su vida. Seguramente, la proporción será aún mayor, dado que el miedo al rechazo y un sistema de atención inadecuado hacen que muchas personas con afectaciones psíquicas nunca puedan emerger de entre la sombra y el silencio. Personas que merecen apoyo, ayuda, asistencia y comprensión. Pero, sobre todo, merecen el respeto de sus derechos fundamentales, al igual que cualquier otra persona. También para eso trabajamos. Para proteger estos derechos y seguir apoyando a quienes padecen una enfermedad mental. Podríamos ser nosotros, si no lo somos ya.