El derecho a la propia salud es un derecho absolutamente esencial e ineludible que, desgraciadamente, puede llegar a verse lesionado por la dificultad de acceder a una asistencia sanitaria adecuada. Sucede, por ejemplo, en casos de enfermedades que todavía no gozan de un grado suficiente de reconocimiento formal, como pueden ser diversas patologías de origen ambiental (sensibilidad química múltiple, electrohipersensibilidad...) o ante limitaciones impuestas a la cobertura que el sistema público de salud ofrece a diferentes colectivos de personas según su situación administrativa.